jueves, 4 de diciembre de 2008

El riesgo y la oportunidad de la Constituyente

Javier Solís

El predominio que tiene el Ejecutivo, con 39 diputados acríticos y con el control de la mayoría de la Corte Suprema de Justicia, especialmente de la Sala Constitucional, lo estimula a seguir llevando la iniciativa política y ganar todas las batallas. El movimiento popular e inteligente sigue recibiendo derrotas. Con semejante balance, no es de extrañar que el régimen de los Arias quiera legitimar esa modalidad de poder político en una nueva constitución. ¿Qué esperábamos? ¿Las promesas de Barack Obama?

Pero lo peor es aceptar la derrota de antemano, sobre todo con el antecedente de la opción política reciente de una mayoría de la población en contra del TLC. Los hermanos Arias saben que esa mayoría existe, pero que no tiene organicidad ni organización y por lo tanto no crea sinergia social; no tiene fuerza de convocatoria; no tiene liderazgo; no tiene proyecto político que se les oponga; está dividida y es víctima de muchos de los vicios de la política tradicional.

Los medios de información y opinión pública, parte integrante del actual sistema de poder, dan mayor seguridad a los hermanos gobernantes mediante la información parcial y sesgada de la vida social, económica y política; el sofocamiento de todo debate real y la descalificación sistemática de toda disidencia.

Esas realidades deben haber prevalecido en la opinión de intelectuales de la valía de Walter Antillón y de Juan José Sobrado contraria a la convocatoria a una asamblea constituyente. Prácticamente la misma posición han manifestado Albino Vargas de Anep y otras notas periodísticas afines al PAC, al Frente Amplio y a Alianza Patriótica. Quizá también pesó en ellos la escasa combatividad de muchos pensadores y cultores del derecho, de las ciencias sociales y de la política ante los atropellos constantes que el régimen de los Arias comete contra los derechos ciudadanos y la institucionalidad republicana.

¿Quién, además, se arriesgaría a reproducir en una asamblea constituyente la misma composición y nivel político e intelectual de la actual Asamblea Legislativa? Cobraría fuerza el adagio de que es mejor malo conocido que bueno por conocer. ¿Existen o no pensadores costarricenses de convicciones republicanas, de lealtad a los intereses de toda la población sin parcialidad hacia sectores ya privilegiados, de visión de futuro, de clarividencia política, de honradez y transparencia moral comprobada? ¿No es capaz el movimiento popular de identificarlos y elegirlos constituyentes? ¿Por qué no dan un paso adelante las mujeres y los hombres que creen cumplir con los requisitos, -liberados de hipocresías, de falsas modestias y de falsas concepciones de la autoridad de servicio-, y someten sus nombres como candidatos al proceso de un escrutinio popular?

¿No será la convocatoria a una Constituyente el detonante que está esperando ese “movimiento” para echar a andar, organizarse, debatir al rededor de un proyecto y ganar la batalla de la Constituyente?

La convocatoria, ahora por iniciativa del tándem de los Arias -¡qué le vamos a hacer!-, está más que justificada por la defensa de los derechos ciudadanos, que por la de los privilegios de los riquillos criollos y de las corporaciones transnacionales.

Varias resoluciones de la Sala Constitucional, en la opinión no de políticos de mercado sino de sabios constitucionalistas nacionales, han violado el espíritu y la letra de la Constitución de 1949. ¿La reelección? ¿El TLC? ¿El Memorándum Casas-Sánchez?

¿No hemos escuchado con placer y repetimos agitados que se ha agotado el modelo mercantilista? ¿No experimentamos cada día la ineficiencia del Estado? ¿No es cierto que la administración pública está colapsada y que sólo se mueve a base de corrupción? ¿No hay indicios muy preocupantes de disfunciones del Poder Judicial? ¿No quisiéramos destituir mediante referéndum popular al Presidente, a los diputados o a los alcaldes y regidores que no sirven y traicionan su misión? ¿No somos rehenes de unos centenares de delincuentes, sin poder exigir que se ponga la seguridad ciudadana en manos competentes y honradas? ¿No están los partidos políticos vaciados de representatividad por la corrupción, el fraude, el clientelismo y la mediocridad?

¿Qué estamos esperando?

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