A tan solo diez días de haber iniciado el año, muchísimas razones nos trazan ideas de lo que podemos esperar en los 355 días restantes. Mientras el mundo en que vivimos se sigue ahogando en sus ideales políticos estúpidos, religiones inútiles, guerras y economías fluctuantes, algunos hechos ¨extra¨ tiñen de desesperanza las primeras horas del 2009.
En Costa Rica, un terremoto de 6.2 grados arrasó con ciudades enteras, provocando la desaparición (hasta este momento) de 100 civiles y la muerte oficial de 14 personas (la lista sigue creciendo). Sumado a esto tenemos heridos, más de dos mil réplicas, alerta roja en las principales provincias del país, brotes de enfermedades, miles de personas sin hogar ni servicios básicos y cuantiosos daños económicos que ya suman más de 15 millones de dólares. Para un país enlistado en la categoría de tercermundista, y en plena crisis económica mundial, este evento ha provocado una herida grave y profunda, que para sanar requiere de la unión y el esfuerzo de un pueblo dividido y mediocre.
Y me refiero así de la sociedad promiscua, ya que paralelamente, y a pesar del terremoto, la organización de unas fiestas nacionales en la ciudad de Palmares sigue a toda máquina.
Las fiestas de Palmares son más que conocidas por sus excesos. Son la excusa perfecta para seguir la celebración de fin de año. Además es un evento social particular e importante con el que se debe cumplir. Palmares es la ocasión perfecta para que la sociedad se embriague en todos los sentidos. Es un gran orgasmo que sirve para huir de la realidad, olvidar problemas y divertirse de forma no sana. En Palmares vemos drogas, infidelidades, gulas y abundancias. Sobran las mujeres, sobran los hombres y todos quieren hacer amigos.
Pero este Palmares será algo distinto:
Mientras un pueblo deja de existir, compatriotas gastan vanamente en excesos.
Mientras algunos no tienen casa, otros pagan entradas para ir a un toldo.
Mientras algunos lloran la repentina muerte de quien la tierra se tragó, otros repellan al ritmo de La Factoría.
Mientras la cruz roja necesita más bolsas plásticas para los cuerpos, muchos van decidiendo que sombrero llevar al tope.
Así son las cosas, sin amarillismos ni maquillajes. Así ha decidido ser Costa Rica, la cambiante, inconstante y emocionalista Costa Rica. La indiferente. La trivial.
Las personas afectadas, muertas, heridas o desoladas no necesitan ni aceptan lástimas o limosnas. Exigen respuestas de los futuros profesionales, de la fuerza joven, de los estudiantes universitarios. Buscan seres HUMANOS, que entendían las dimensiones de lo ocurrido, que capten lo profundo del problema y que quieran hacer algo.
Buscan hombres que construyan y abracen. Mujeres que se INVOLUCREN. Personas que sean capaces de renunciar por un momento al yo, y se entreguen, sin reservas, sin excusas. Gente que entienda que si mi hermano está sufriendo, yo estoy sufriendo.
Estoy harto y cansado de ver políticos recorriendo las calles afectadas, ofreciendo ayuda virtual. De ver ministros disfrazados de policías y paramédicos, haciendo su parodia de ayuda superficial. De ver pastores y sacerdotes orando por la gente, sin darle soluciones reales. Pero más allá de eso, estoy decepcionado de las personas de mi edad, de mis amigos. Jóvenes impermeables y egoístas. Sin amor ni virtud. Incapaces de posponer la fiesta para darse por los demás
Ahora voy a entrar en un tema de sentido común.
El gobierno decreta alerta roja, se han dado más de DOS MIL réplicas. Los expertos aseguran que este terremoto se originó por el movimiento de placas tectónicas entre unidas, y que si esta placa ha cambiado de lugar es posible que afecte otras (incluyendo la de Palmares) y se generen más temblores. Junto a esto, la población está alerta y pendiente, hay histeria colectiva y mucho nerviosismo.
Palmares como evento masivo, ya de por si es peligroso, encontramos ahí mucha gente y mucha gente ebria. Toldos y puestos mal armados, inseguros. Y no estoy siendo paranoico, pero la posibilidad de otra tragedia está hoy más cerca que nunca, debido a la activación de placas sísmicas sumado con el nerviosismo de las masas. Percibir cualquier mínimo temblor se asocia con un terremoto y en un lugar cerca del epicentro anterior, lleno de gente ebria y con accesos limitados esto podría ser fatal.Es cierto, no podemos quedarnos estancados lamentando una situación, el mundo sigue dando vueltas, tenemos que movernos, avanzar, sanar las heridas y reconstruir. Pero hablo de solidaridad, de respeto, de luto nacional, de alerta roja y seguridad. No se trata de enviar una lata de atún y seguir con la vida, no se basa en ayudar a empacar unos diarios y creer que hicimos un cambio dramático. Es más que eso, hay gente muriendo enterrada a menos de dos horas de mi casa y a menos de una hora de Palmares. Gente que nació en mi país, gente humilde que no tenía mucho y lo perdió todo.Estoy seguro que si fueran familia no seguiríamos el rumbo normal, si fueran mis papás, mis abuelos o mis primos me desesperaría la idea de quedarme en casa viendo tele sin hacer algo, o me seria ridícula la idea de irme de fiesta en lugar de estar con ellos… ¿Será que aún no hemos entrado en cuenta que son nuestros hermanos los que están bajo tierra?
Hay un tiempo para todo, he ido a Palmares, pensaba ir está vez. Sin embargo veo con claridad todo el panorama y no encuentro razón para celebrar. Veo un terremoto y sus efectos inmediatos y lo que viene. Veo una herida que lejos de sanar aún no terminamos ni de descubrir. Entiendo que esta no es una época de fiesta, sino de luto.Este escrito es una denuncia abierta y sin censura, hacia los mayores, el gobierno y las autoridades. Pero aún más importante, representa mi crítica incesante contra los jóvenes. Contra yo mismo. La sociedad del hoy y del mañana, que por ignorancia o indiferencia prefiere ir a tomar guaro, comer churros y bailar reggaeton, en plena alerta roja y en medio de un luto nacional.
¨ ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.¨
sábado, 17 de enero de 2009
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