miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿No corre sangre en nuestras venas?

Pasan los días y pocas personas se han percatado del ultraje, que como pueblo pacifista, sufrimos. Las paredes del Museo Nacional repelladas y pintadas de un color disneysco.

Nos enorgullecemos de haber abolido el ejército, gracias a don Pepe. Los orificios de esas paredes nos recordaban que la lucha se debe hacer principalmente con ideas, no con las armas. La directora de la institución tenía la responsabilidad de velar que no se borrara parte de la historia costarricense. Ni Rocío Fernández de Ulibarri, ni la comisión de Patrimonio Nacional, ni la Ministra de Cultura hicieron nada por evitar semejante atropello. ¡Esto no debe pasar inadvertido! Nos roban la naturaleza, las instituciones y ahora quieren minimizar este acto vandálico. ¿Cómo puede ser que no se penalice esto? Es tan fácil echarle los muertos a otros que asumir responsabilidades.

Este patrimonio, más que ningún otro, incluyendo el Teatro Nacional, tienen un valor incalculable. Son parte de nuestro pasado, que nos hace lo que somos ahora en el presente.


Nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de desaparecerlo.

¿Se imaginan que harían los franceses si les modificaran la Torre Eiffel o los italianos si enderezaran la Torre de Pisa? El pueblo se tiraría a las calles.

¿Por qué estamos adormecidos? ¿No corre sangre en nuestras venas? Los funcionarios tienen un período limitado, incluyendo el presidente. Eso no les faculta avasallarnos. Si bien el pasado no existe, este se dio para determinar nuestro presente, que a la vez escribirá el futuro de nuestra sociedad. ¡Pidamos justicia! No toleremos más que nos pisoteen.

Sol Fernández-Val

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